Llegó el 8M y marché.
Por segunda vez,
bajo el cielo que me ha cobijado en los últimos años.
Fue una cita con las aliadas que me rodean; nos conociéramos o no.
En contingente,
donde todas fuimos una y una fuimos todas.
Al unísono, nuestras voces recitaban:
“alto, que alguien falta”;
hasta completar la compañía.
Me sentí segura y empoderada.
Porque a través de ellas,
sentí el respaldo que recibo
de las mujeres en mi vida.
Una reunión feminista que incomodó.
No a ellas ni a mí, sino al entorno.
Porque unimos el pasado con el presente
a fin de proyectar el futuro.
Un futuro tan borroso,
como el ambiente tras los gases lacrimógenos.
Esos que propiciaron un conato de hecatombe,
difícil de explicar a las infancias presentes.
Y es qué cómo justificar que, quienes deben cuidar,
incitan a castigar la resistencia y divergencia.
Entonces caes en cuenta que
NO es suficiente una mujer en la presidencia,
si al exigir nos laceran la dignidad e independencia.
Porque buscamos ser aliadas, no adversarias.
Así que gritamos lo que no agrada escuchar.
Lo que se busca ignorar.
Es que a la siguiente vuelta
no queremos faltar a las calles
y estar presentes en los afiches de búsqueda.
Por que en el futuro,
queremos sumarnos con las que vienen,
no que resten a las que estamos.
O al menos ese es el deseo común
de supervivencia.
Tras nuestro paso,
una herida urbana de que estuvimos ahí,
que cicatriza con el cambio de un vitral.
Porque ojalá nos cuidaran
como salvaguardan lo reparable.
Es que, pese a todo,
la prevención del disturbio
le sigue debiendo a
la prevención de la ausencia.
Porque la prioridad está a la inversa.
Ojalá pronto entiendan que,
si dañan a una, ardemos todas.
Y, de ese fuego, resurgimos más fuertes.
ENTONCES, DESPUÉS DEL #8M
¿QUÉ SIGUE?
El #8M es una fecha conmemorativa que pone en relieve la realidad femenina en la historia.
Que promueve la concientización presente y futura
que nos impulsa a permitirnos ser intolerantes con la indiferencia y la disparidad.
Porque si no cuestionamos nuestra historia, estaremos condenadas a repetirla,
siendo en vano los esfuerzos de nuestras ancestras
y las que se ausentaron involuntariamente del pase de lista.
Porque llevamos mucho terreno ganado,
pero nos falta más allá de lo que vemos
para igualar el balance con nuestros compañeros.
Después de la insurgencia en el marco de los movimientos del ocho de marzo,
lo que sigue es la congruencia.
No podemos salir a marchar por ser mujeres
para luego regresar a la rutina y ser indiferentes.
No se puede tomar las calles
si alguna vez ignoraste, e incluso justificaste,
el menor acto de acoso, de abuso, de violencia o de inequidad
que recibieron tú o alguna de las que debes cuidar.
Esto no es como guardar el escombro debajo del tapete,
sabiendo que seguirá ahí.
Vayamos a tono con lo que exigimos.
Sólo así reivindicaremos la lucha
y la perpetuaremos hasta que alcance su fin.
Autora: MARÍA MALACÓN
Contacto: malacontando@gmail.com
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